Una novela negra ( ¡negrísima! ) llena de misterios, crimen y acción. ¡Más trepidante que un thriller policíaco!

La navaja de Ockham

LA HISTORIA DE UNA VENGANZA INSÓLITA

Valencia, finales del 2012.

El millonario Rodrigo Villalonga muere en su cama. En su testamento, se revela un reparto meticulosamente preparado: un legado envenenado que considera la codicia y falta de escrúpulos de sus beneficiarios, algunos de ellos cabezas de poderosas organizaciones criminales.

A lo largo de varias grabaciones, Rodrigo también muestra una inquietante capacidad para predecir detalles sobre su propia muerte y los acontecimientos todavía por venir.

Tras los primeros asesinatos, el frágil equilibrio que une los clanes se tambalea. Tanto la investigación policial liderada por el inspector Gabriel Marías como la oficiosa del detective Mauricio Sales tropiezan con dos incógnitas increíbles:

¿Se pueden mover los hilos desde el otro lado de la tumba?

¿Es capaz un hombre de dejarse asesinar con tal de obtener su venganza?

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SAGA Y NOVELA NEGRA

Cuando la novela negra se une a las corrientes mayores de la literatura se expande y crece, rugiendo a menudo tumultuosa como una corriente indomeñable.

Es el caso de las sagas. En su clave de novela negra el éxito más claro sería El Padrino de Mario Puzo, tal felizmente llevado al cine por Coppola. Ejemplo que no es el único ni será el último de esta mágica hibridación.

En lo que podríamos llamar el subgénero de la saga negra de novela familiar, todo importa y nada es decisivo.

No ocurre como en la novela policíaca, donde opera una causa, se desvela a un criminal y se ocasiona un efecto, un asesinato. Ni como en la novela negra, donde el mal abarca unas cuantas y oscuras páginas, pero deja limpias otras para que el bien pueda seguir haciendo su trabajo y equilibrando la balanza ante el juicio del lector. En la saga no hay causas y efectos porque ese presente aparentemente instantáneo de la lectura es intemporal como la historia en su devenir, como el océano en su movimiento interno, y ni siquiera en la proyección de la aventura o el episodio discurren la contingencia y el tiempo, quedando sólo grandes edificios narrativos, sólidos pilares y muros que a menudo resisten las pasiones humanas, cualquier enfrentamiento, incluso el más antiguo, deliberado y profundo de los odios.

Esas sagas, esas familias, esas referencias en la novela de Jorge Molina adquieren una viveza y tonalidad mediterráneas. No en vano el autor conoce a la perfección las capitales levantinas y, sobre todo, el carácter de los valencianos que, como los sicilianos en la secreta corte de Corleone, celebran sus ritos, urden sus complots, amasan sus riquezas al calor de la corrupción y de la sangre.

“La navaja de Ockham”, que así, se titula, ingeniosamente, la saga negra y familiar de Molina, desciende al nivel del lumpen, de la escoria carcelaria, a la hez de los asesinos, pero pendularmente nos abrirá las ventanas de las torres de marfil donde habitan los potentados, los poderosos, las financieros y empresarios sin escrúpulos que empezaron de abajo y a base de ir dejando cadáveres o víctimas, hijos y amantes en el camino llegaron a lo más alto.

Entre el suelo y el cielo, entre la miseria y el dinero un nudo de pasiones levantará esos muros con que la ambición irá cercando su botín, el placer de sus adoradores, el sexo casual o depravado, esa impavidez del mal tras la cual es más difícil ver las lágrimas y escuchar los lamentos de las víctimas.

Una novela grande, río, caudal, “La navaja de Ockham” y un autor, el médico humanista y vanguardista Jorge Molina, que comienza a escribir al filo de lo imposible.

Juan Bolea